El hombre como animal justiciable

Es necesaria una mayor reflexión sobre el valor de la vida humana y cómo castigar al que comete un delito. No siempre la búsqueda de mayor seguridad va asociada con drásticas penas.

Es la nuestra una era de prodigios y maldades que coexisten con una naturalidad que pone al desnudo las insondables contradicciones y los profundos claroscuros del alma.
Junto con las frecuentes apoteosis de la ciencia y de la técnica conviven en pasmosa armonía atroces irracionalidades. De esa convivencia natural de prodigios y claroscuros da irrefutables testimonios la civilización occidental, vanguardia de la aventura humana liderada por los Estados Unidos. Empero, el país que instaló en la conciencia del mundo la sacralidad de la vida humana permanece obstinadamente anclado en la falaz certeza de que la pena de muerte es un decisivo elemento disuasivo para contener la propagación del crimen. Ahora mismo, numerosos condenados agonizan en los corredores de la muerte de las cárceles de 34 de los 50 estados de la Unión, sin embargo, las estadísticas de criminalidad no descienden.
En enésimo intento por “humanizar” el simple acto de matar, la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos abolió en 2008 el empleo de la silla eléctrica, por considerarlo “un método cruel e inhumano”. Su reemplazo más difundido es la inyección letal.
El caso de Cleve Foster es dramáticamente demostrativo. Ex combatiente en la primera de las guerras de agresión contra Irak, Foster fue condenado a muerte por el homicidio de una joven. La pena capital debía ser ejecutada en los primeros días de abril en el penal de Hunsville, Texas, un estado que siempre ha encabezado las estadísticas de ejecuciones: lleva ahora 446 desde que la Corte Suprema las restableció en 1976.
Para matar legalmente a un preso, Foster en este caso, deben utilizarse tres drogas: pentotal sódico como anestésico, cloruro de potasio para detener la respiración y bromuro de pancuronio para paralizar el corazón. Estados Unidos no produce pentotal desde diciembre pasado, y las cápsulas guardadas en las prisiones están vencidas. Intentaron comprarlas en Alemania y Gran Bretaña, que rechazaron la venta porque iban a ser utilizadas para matar.
Las organizaciones no gubernamentales (ONG) contrarias a la pena de muerte recordaron que existe todo un protocolo para la administración del pentobarbital a los animales, pero nada se dice de los seres humanos. Pese a ello, Oklahoma y Ohio han ejecutado con esa droga, aunque la mayoría de los médicos convocados rehusaron hacerlo, honrando su juramento hipocrático.
En una semana en que las colectividades católicas y judías recuerdan sendos hechos histórico-religiosos vinculados con sus creencias, se debería alentar una mayor reflexión sobre el valor de la vida humana y cómo castigar al que inflige una pena grave a la sociedad, como es el homicidio de otra persona. Sería el mejor aporte que la sociedad en conjunto podría realizar para defender el valor de la vida humana.

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